sábado, 22 de mayo de 2010

LA RIQUEZA DEL PASADO SIGUE PRESENTE-REPORTAJE

En la vega del río de los Ausines y junto a una antigua torre defensiva se levanta el palacio renacentista de Saldañuela. Su historia se dilata en el tiempo, compleja en su desarrollo, muy interesante en su contenido y, para que nada falte, entrelazada con una serie de noticias y salpimentada con notas que, meciéndose entre la certeza y la ambigüedad, más que aclararla, sin llegar a la confusión, le denotan una enriquecedora variedad al añadirle matices de naturaleza un tanto misteriosa. Pues, a la hora de la verdad, ocurre que los datos aportados por la tradición suelen tener la excelente costumbre de ser más interesantes y reveladores para el resultado final de la historia.

La situación y las características del terreno que ocupa inclinan a pensar en que el posible origen se encuentre en una villa romana. El inicio de esta propiedad debe establecerse en la donación hecha el 12 de septiembre del año 1242, por Alfonso Roiz, vecino de Castil Serracin, a favor de la Santa Iglesia Catedral de Burgos y de su obispo D. Juan, de la iglesia de Santa María. Tenemos nuevas noticias de estas propiedades el año 1418, en que el obispo D. Pablo de Cartagena las entregó mediante el censo al mercader burgalés Sancho Martínez de Cifuentes, obligándose éste a pagar anualmente a la fábrica de la Catedral 45 florines de oro del cuño de Aragón.

La propiedad de Saldañuela por parte de la catedral burgalesa, iniciada en el año 1242, no sufrió variación alguna en su extensión hasta el año 1557. Desde el año 1496 la propiedad estuvo en poder de los Fernández de Velasco, hasta que D. Juan Fernández de Velasco, nieto del Condestable Bernardino que había comprado Saldañuela, señor de las villas de Castil Tejeriego y Revilla Campos, vecino de Valladolid, que previa autorización del consejo de Hacienda, en ausencia del rey Felipe II que se encontraba en Flandes, vendió a Doña Isabel de Osorio la jurisdicción de los lugares de Saldaña, Sarracín, Olmos Albos y Cojóbar. Acto consumado a pesar de las protestas y gestiones de la ciudad de Burgos para que no se efectuara tal venta. El pago que la dama realizó fue muy cuantioso, 6800 ducados, equivalentes a 2.550.000 maravedís, lo que explica la adquisición de tal conjunto de edificios y terrenos.

Al morir Dª Isabel de Osorio, en el año 1589, le sucedió en la posesión del mayorazgo establecido por ella, su sobrino D. Pedro de Velasco, hijo de su hermana Dª. María Osorio de Rojas. En el año 1650 toman posesión mediante procurador, de Saldañuela y demás bienes pertenecientes al mayorazgo, a raíz de su matrimonio, la heredera del mismo Dª. Antonia Navarra de Osorio y su marido D. José de Gurrea y Borja. Que no tuvieron descendencia y tras varios conflictos paso finalmente a ser propiedad de los marqueses de Cañizar y Lazán en 1701. Ya en el siglo XIX, se cree que el palacio y sus propiedades externas pasaron a ser propiedad de D. Norberto Barbadilllo Bueno, y Saldañuela pasó por herencia a D. Melchor Barbadillo del Pueyo, que dejo las tierras en herencia a Norberto Barbadillo, cuya esposa tras su muerte vendió la finca a la Caja de Ahorros Municipal de Burgos.

La historia constructiva del palacio de Saldañuela se presenta en una serie de etapas claramente diferenciadas. La primera fase, considerando como tal aquella en que se inician las características actuales de la propiedad desde el punto de vista arquitectónico, corresponde a la segunda mitad del siglo, XV, en que se construye la torre, edificio que, como otros tantos que se extienden por la provincia de Burgos, tuvo una función un tanto ambigua, entre fortaleza defensiva y residencia señorial, sin que ninguna de dichas funciones sirva para justificar plenamente su presencia. Difícilmente puede aceptarse que sirviera de vivienda permanente de los grandes señores que fueron sus propietarios y, en lógica consecuencia, es obligado pensar que tuvo el complemento de una serie de construcciones de menor solidez, que servían de obligado y cómodo complemento de la torre. En el caso de Saldañuela se sabe que existieron y que fueron las que sirvieron realmente de vivienda y para cubrir las necesidades externas a una explotación agrícola y, posteriormente, se convirtieron en centro de una unidad jurisdiccional, albergando entre otros servicios el de una cárcel. En el siglo XV, como ajenos a la torre, los datos documentales nos dan a conocer la existencia de unas edificaciones para vivienda y una capilla. Nada queda de la vivienda. Por suerte, sin duda debido a su función más elevada, se conservaba en casi su totalidad la capilla, identificable en la parte baja del recinto principal y en la cabecera de la capilla actual, recuperada con la última restauración.

La segunda fase constructiva se desarrolló a mediados del siglo XVI, cuando se levantó un palacio junto a la torre. Se conservan con los caracteres originales las dos más importantes fachadas –la principal y del suroeste- y la mayor parte de la posterior, así como tres de los lados del patio –aunque en su mayor parte uno de ellos está reconstruido-, precisamente los que actualmente están porticados. Creemos que esta obra fue iniciada por los Fernández de Velasco hacia el año 1545, si bien la verdadera constructora fue Dª. Isabel de Osorio quien, además de la casi totalidad de la obra, hizo lo más importante: dar sus peculiares caracteres al edificio. En primer lugar, el de ser un palacio urbano que se levanta aislado, en el campo, rememorando las formas de la Casa del Cordón de Burgos en la presencia de la galería porticada de doble planta, que en este caso se colocó en la fachada principal, pero con análoga función de fundir la arquitectura con la naturaleza, creando una terraza de gran amplitud para facilitar el contacto con la naturaleza y su contemplación.

Al tercer periodo constructivo, desarrollado inmediatamente después del anterior y como remate del mismo, pero con evidentes diferencias formales, como conviene a la fase clasicista de la arquitectura de fines del siglo XVI, corresponden la escalera y la fachada posterior. Según el memorial redactado para cumplimentar lo exigido para la realización del Catastro de Ensenada, el denominado Marqués de Saldañuela –título que no ha existido nunca- tenía en el término de Sarracín una numerosa serie de propiedades, entre las que destacan los edificios. La relación nos permite conocer con exactitud cuáles eran los que componían el conjunto de Saldañuela. Las propiedades estaban gravadas con una serie de obligaciones que debían cumplirse cada año. Estas construcciones sufrieron los efectos del incendio producido el día 3 de abril de 1788. No conocemos noticias concretas sobre su alcance, si bien parece que afectó especialmente a las estancias interiores y el pórtico del lado sur del patio y, en parte, a las del este. Las partes destruidas permanecieron tal y como resultaron del incendio, hasta que fueron reconstruidas en el año 1953, con las características visibles actualmente, claramente diferenciadas en la decoración del muro y de los vanos de la planta superior del lado sur del patio que, al contrario que en el lado opuesto, no presentan decoración alguna.

La reconstrucción anterior conforma la cuarta fase de las actuaciones hechas en Saldañuela en el año 1953, que se manifiesta en el gran edificio añadido, que en nada afecta a la construcción palaciega, y dentro de ésta, además de la señalada reconstrucción del patio en su lado sur, en el cambio de lugar de la capilla con el abandono del espacio original, dedicado a otras funciones, y la consiguiente creación de un nuevo espacio y, dentro de las actuaciones más destacadas, ampliación de la fachada posterior, mediante la construcción de un nuevo arco, que hoy resulta prácticamente imposible de diferenciar de los originales.

El edificio es un espejo que nos permite viajar al renacimiento, a la vez que nos refleja un fuerte impacto visual de modernidad.

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