sábado, 22 de mayo de 2010

Entrevista a Pablo Puente Aparicio

Cuando visitaba el Palacio de Saldañuela en busca de información para mi reportaje, nunca imagine encontrarme con Pablo Puente Aparicio, un entrañable murciano de 58 años cuyo carácter desprende inteligencia y armonía, así como el palacio en el que me encontraba, pues él fue el arquitecto encargado de su restauración en 1992. Asique tras concertar una cita accedió a contar a los medios en qué consistió su cometido.

¿Quién le encargo el proyecto?

La obra fue solicitada por la Caja de Burgos, como parte de su proyecto de conservación y recuperación del Patrimonio Histórico. En sintonía con la corriente social favorecedora de la recuperación del legado artístico y la rehabilitación monumental.

¿Por qué acepto el proyecto?

Para mi trabajar en el Patrimonio Histórico es un punto de convergencia entre pasado y futuro, es hoy, un deseo y una necesidad sentidos por toda la sociedad, como un medio más de asegurar la pervivencia de nuestros valores culturales y de nuestra memoria colectiva. Este proyecto supone una nueva prueba de mi compromiso con esta faceta de la cultura.

¿Tras aceptar el proyecto por qué consideraba que era necesaria esa restauración?

La historia arquitectónica de Saldañuela es amplia y en la década de los años cincuenta fue reformado por última vez, aunque fue reconstruido en base a que perdurará su estructura, pues estaba en un estado deplorable. La decoración e interiores no fueron reconstruidos, por lo que consideré que un edificio tan majestuoso tendría que exhibirse de forma acorde con los tiempos actuales y en armonía con el entorno tan especial que lo rodea.

¿Qué opina del resultado de la restauración?

Sin duda debo describirlo como satisfactorio, pues ahora es un sitio increíble con instalaciones modernas y confortables, además de estar disponible y en uso la totalidad del edificio y sus alrededores.

¿Cómo se planteo llevar a cabo el proyecto?

El proyecto acometido en el año 1991 trataba de la intervención sobre lo material y lo formal del interior, y apuntaba la conveniencia de la adecuación exterior. Así pues se rehabilito todo el complejo desde la estructura interior y exterior del palacio, hasta el entorno de los jardines.

¿Fue una obra costosa?

Sin duda. La restauración del patrimonio siempre alcanza grandes sumas, es lógico si tenemos en cuenta las múltiples acciones que se deben realizar para lograr que como es este caso, un complejo prácticamente en ruinas, acabe transformado en un edificio que conserve su concepción original y además posea todas las comodidades y elementos que un edificio moderno debe tener, como puede ser calefacción, electricidad, fontanería, etc. Creo recordar que el presupuesto final rondaba los doscientos millones de las entonces pesetas, una cifra bastante grande para una rehabilitación aunque vale la pena viendo el resultado.

-¿Considera que si la obra se hubiese realizado de otro modo, los costes y el resultado serían más adecuados?

Rotundamente no. Podría haber reducido costes, tanto en mano de obra como en la calidad de los materiales, pero creo que es un grave error economizar cuando lo que trato de lograr es darle un nuevo uso al Patrimonio Histórico del que disponemos. Hay gente bastante reacia a gastar estas sumas de dinero en estos proyectos. Mi experiencia y los trabajos que he realizado me han dado la razón con el tiempo, pues es de necios desperdiciar estos edificios.

-¿Qué opina de las restauraciones previas realizadas en el palacio?

Pues que aunque se realizaron para reparar el edificio de los múltiples daños surgidos en el incendio de 1788, la reconstrucción llevada a cabo en 1953 por José Antonio Olano, fue una reforma bastante deficiente porque si bien es cierto que acondicionó el palacio para su uso, no tuvo en cuenta la decoración y la belleza que un edificio de estas características debería de tener.

¿Supusieron una dificultad añadida a su trabajo?

Sin duda alguna, pues aun después de la restauración, el estado del palacio de Saldañuela era como poco, lamentable. Era una “joyita” inadaptada al medio y al clima. Tenía multitud de elementos arquitectónicos muy dispares entre sí en algunas salas. Columnas sin ninguna utilidad y distintas a sus hermanas, puertas en medio de la nada, restos de obras anteriores, diferencias entre las alturas de las distintas partes del palacio muy dispares, etc. Complicaron mucho plantear la disposición y estructuración actual. Realmente me vi obligado a realizar una restauración partiendo de la “desrrestauración del mismo”

¿Con que medios dispuso para la realización del proyecto?

Eso es algo que tengo que agradecer a Caja Burgos, por la mano abierta que me ofrecieron para que este proyecto llegase a su fin de una forma satisfactoria para todas las partes. Dispuse de todo lo necesario para mi trabajo y quedé gratamente agradecido, gustosamente volvería a trabajar para ellos.

¿Ha realizado alguna vez proyectos similares?

Ciertamente si, pues como mi labor en la arquitectura se centra en las restauraciones de edificios patrimoniales, la forma de trabajo es parecida, podría remarcar quizás el Proyecto Huellas, la parte que supervise en Murcia.

-Si pudiese volver a reformar el palacio, ¿Cambiaría algo?

Una pregunta innovadora sin duda. Nunca me lo había planteado, pues para mí cuando doy por cerrado alguno de mis proyectos es porque considero que cumple todos los objetivos que dicta el contrato o bien yo me haya planteado. Respondiendo a la pregunta, pues no, se quedaría tal y como está porque creo que nuestros edificios deberían de ser de alguna manera poemas. Y cuando te das un paseo por el palacio, pienso que transmite esos versos que componen su poema.

¿Puede confesarnos como alguien como usted es capaz de atreverse a transformar en su mente un entorno ruinoso y convertirlo en un edificio tan armónico?

Sencillamente, no lo sé. La arquitectura es más una vocación que una profesión y por tanto se tiene, no se adquiere, únicamente puedes aprender a desarrollarla, pero tienes que admirarla desde lo más profundo de cada uno.